La catástrofe climática que azotó a Bahía Blanca la semana pasada dejó un saldo trágico de 16 muertos, cientos de heridos y un nivel de destrucción incalculable hasta ahora. Con hospitales inundados, enfermeras evacuando a recién nacidos con el agua hasta las rodillas y barrios enteros devastados, la imagen es desoladora. Pero, como suele ocurrir en Argentina, la crisis no solo es humanitaria, sino también política.

El referente del peronismo que hoy gobierna la provincia de Buenos Aires se alza una vez más como un opositor acérrimo del presidente. En estos escenarios, la “pelota caliente” se convierte en un arma de movimiento dinámico: el gobernador exige recursos a la Nación, mientras el oficialismo acusa al peronismo bonaerense de utilizar la tragedia para hacer campaña.

El enfrentamiento rasguñó más alto cuando Kicillof anunció una ayuda de 273.000 millones de pesos y demandó más fondos nacionales. Milei, que inicialmente resistió girar recursos a los municipios, terminó cediendo y anunció un fondo de 200.000 millones. Ahora, un nuevo comunicado de la Oficina del Presidente acusa al gobernador de “utilizar el dolor de los bonaerenses con fines políticos” y aseguró que el fondo nacional “cuadruplica los recursos destinados por la provincia”. Un juego de números donde la interpretación cambia según el color ideológico de quien hable.

Bahía Blanca y la lectura mendocina

Para Mendoza, este escenario no es ajeno. En medio del temporal, los ministros nacionales Patricia Bullrich y Luis Petri viajaron a Bahía Blanca, dejando vacío el espacio del mileísmo mendocino en pleno auge de los festejos de la Vendimia. La ausencia de Petri en la agenda vendimial no pasó desapercibida, sobre todo porque el mendocino ya inició su camino hacia la gobernación de la provincia y lo viene cocinando “a fuego lento”.

Desde su cargo en Defensa, Petri se mostró como un actor bastante pragmático, evitando confrontaciones directas con Kicillof, aunque sí replicó el discurso presidencial. Su postura desentona apenas con la de Bullrich, quien fue recibida en Bahía Blanca con insultos y escraches en la calle (radicalmente diferente a lo que se mostró en redes sociales), en un clima de tensión social exacerbado por el enojo y la desesperación de los damnificados quien, muchas veces, olvidan que tarea y responsabilidad le corresponde a cada funcionario.

Mientras tanto, no pierde el tiempo el gobernador de Mendoza y busca posicionarse como un aliado clave del mileísmo sin ceder demasiado espacio a los outsiders políticos que buscan capitalizar la imagen de Milei. Un artículo de Memo, cargado de opinión, lo sintetizó con una frase punzante: “No todo gritón con peluca será visto como ‘un Milei mendocino'”.

El barro y la política

La tragedia en Bahía Blanca evidencia, una vez más, cómo las urgencias de la gente quedan atrapadas en la disputa política. Kicillof insiste en exponer las falencias del Ejecutivo, en lugar de centrarse en la gestión concreta de soluciones al pueblo que lo eligió gobernador. Bullrich, por su parte, pareciera haber subestimado el malestar social que genera la visión de un funcionario en helicóptero sobrevolando la tragedia en lugar de “pisar el barro”. Petri, aunque menos expuesto, siguió la línea del gobierno nacional, validando su decisión de transferir fondos directos sin intermediarios.

En última instancia, la gente es quien paga el precio de estas pulseadas de poder. La reconstrucción de Bahía Blanca no solo necesitará millones en inversiones, sino también políticos capaces de dejar las diferencias de lado. Y eso, en Argentina, suele ser más difícil de conseguir que una lluvia en Mendoza.

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